jueves, 23 de mayo de 2013

Mas que una carrera..una experiencia. Transvulcania 2013.

Y llegó el día, aquel en que toca olvidarse de los entrenos, de enfrentarte a tus miedos, de reencontrarte con amigos que hace tiempo no veías, aquel en el que todo el mundo te dará ánimos y un abrazo antes de que empiece la carrera, te desearán suerte y te dirán que nos vemos en la meta...pero muchos, muchísimos no llegarán, quedarán por el camino, derrotados por el terreno, por sus piernas o por su mente, para mí y de corazón, mi más sincera enhorabuena por tener el valor de haberse enfrentado a La Bestía, sean de la media o de la ultra, que nadie se piense que esto es un paseo de rosas. Hoy es el día en que me enfrento a mis miedos.

Son las 5:15 de la mañana, se acerca la hora, y como si de una manifestación se tratase, los corredores se dirigen a pasar el control de chip, son decenas, cientos, miles de corredores dispuesto a ponerse a prueba. Yo como en cada carrera, ya sea de 5km o de 83km, estreno ansiedad, pero esta vez hay algo diferente, algo que antes quizás nunca me había pasado por la cabeza en la previa una carrera, hoy voy preparado para sufrir, preparado para dar lo mejor de mi mismo, pero sobre todo a disfrutar de una carrera. Pasamos el control de chip y los nervios van aumentando, es imposible controlarlos. La gente ajusta sus relojes, enciende sus frontales, revisa hasta el ultimo detalle de su equipación...muchos ubican a los cuatro o cinco a los que quieren ganarles, son sus referencias de carrera, yo por mi parte solo pienso en una cosa, en terminar, en superarme a mi mismo, en estar listo para sufrir y sobre todo en no rendirme nunca, esa es mi motivación.

Comienza la cuenta atrás, suena a todo volumen por los altavoces AC/DC y antes de que me dé cuenta, la carrera ya ha comenzado. Los primeros kilómetros los afrontamos a un ritmo bastante alto, queríamos evitar el atasco que se forma en la entrada del sendero que nos llevará hasta Los Canarios, una larga fila de luces se ha apoderado de la oscuridad de ese sendero, en fila como si de hormigas se tratasen van llenando el sendero de luces, es como si alguien hubiera llenado la oscuridad con un rosario gigante de luces, se dirigen a toda velocidad hacia Los Canarios. Vamos juntos, somos 3 pero como si fuéramos uno, nos gritamos, nos ubicamos, nos separamos y nos reencontramos, pero siempre 3...en formación de a uno.

Por el camino me encuentro con Santi, el primero de Los Correcaminos, la liebre, el que siempre tiene prisa por llegar, y siempre llega, comparto unos metros con él, me cuenta algunas anécdotas de su llegada hasta la salida, vamos juntos unos metros, luego desaparecerá, su ritmo es demoledor, mejor dejarlo ir.

Los Canarios, ese pueblo es increíble, llegas y te parece que eres el ganador de la carrera, apenas son las 7 de la mañana y todo el pueblo te recibe con palabras de ánimo, te alientan, te aplauden, se sienten orgullosos de que corras por su pueblo, nadie en ese pueblo se ha quedado en su casa, nadie quiere perderse a estos locos pasar por allí con destino a no se sabe donde, unos a la meta, otros  no pero para ellos y para mi, todos son unos campeones.

La carrera comienza a estirarse, hombres y mujeres de entre 18 y 70 años llevados por una fuerza insuperable que les impulsa a correr van conquistando el sendero. En el transcurso medirán una y otra vez su propio tiempo, están tratando de ganarle a alguien, a ellos mismos.

La carrera continúa, algunos literalmente vuelan sobre el sendero, otros corren, algunos trotan y muchos caminan. Disfrutan cuando te adelantan, pero te alientan, te animan y te dicen que no aflojes. El ambiente es magnifico, comienza a amanecer y un paisaje paradisíaco va apareciendo antes nosotros, una paisaje donde se mezclan pinos, lava, picón, arena,...

Me tiran de la mochila, noto un como alguien me agarra, algo tira de mí, me retiene… pienso que sea alguno de mis compañeros que quieren parar para algo, pero no, es Yeray, otro correcaminos, el palmero incansable, que alegría ver a alguien conocido de nuevo, compartiremos unos kilómetros y luego proseguirá su marcha, está en buena forma, va a buen ritmo, se le ve contento y feliz, suerte Yeray.

Pasan los kilómetros, seguimos en formación de a uno, aunque seamos tres, seguimos funcionando en equipo, si uno para todos paran, si uno se cansa otro se pone en cabeza para seguir tirando del resto, si uno se queda en silencio, otro habla para ir amenizando el paso del tiempo. Y a ratos comienzo a preguntarme donde estará el primer avituallamiento de sólidos, es en El Pilar, ya queda menos aunque por momentos me pregunto si estoy loco, en mi casa tengo todo el liquido y toda la comida que quiero pero en cambio aquí me encuentro en mitad de ninguna parte, intentando subir pendientes inhumanas, pensando siempre en dar un paso más, sufriendo y disfrutando al mismo tiempo… en compañía de todo es más fácil.

 
Llegamos al refugio de El Pilar, hemos tardado mas de 3 horas en atravesar Las Deseadas, durante esos 19 kilómetros me he tropezado con otro Correcaminos, Felix, el correcaminos volador, ese hombre no sabe correr, solo sabe volar, a penas me da tiempo de saludarlo y poco mas, va rápido, muy rápido, llegará a El Pilar sin darse cuenta, la carrera se le hará corta, voló durante esos 26 kilómetros, ténganle miedo cuando se anime a distancias mas largas, promete plantar cara. Y de pronto y sin previo aviso, así es como surgen en la vida la mayoría de los verdaderos problemas, apareció antes nosotros, una gran pendiente, mas bien aquello parecía un muro, como si de la Gran Muralla China se tratase, esa pendiente inhumana ascendía y ascendía y continua montaña arriba hasta donde nuestra vista alcanzaba, Las Deseadas!!!no sé quien las  denominó así, pero el único
deseo que se pasa por la cabeza es que no haya otro subida más, pero eso no se cumple, hay una, y otra y luego otra… hasta que por fin comienza la bajada, nos llevará hasta El Pilar.

El recibimiento es espectacular, cientos, quizás miles de personas se agolpan en ese punto, para muchos es su final, aquí está la meta de la Media, muchos corredores cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo. Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta. Llevan un cartel en la frente que enciende y apaga que dice “Llegué -Tarea Cumplida”. Se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes. Se tiran al suelo y otra vez se levantan porque van a saludar a los que llegan después que ellos. Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo. Disfrutan de los aplausos, disfrutan de su esfuerzo y de haber cumplido su objetivo, han llegado.

A nosotros aun nos quedan 57 kilómetros, es hora de reponer fuerzas, de comer algo, de volver a llevar nuestras mochilas de líquidos, de limpiar nuestras zapatillas de piedras y como no, de seguir disfrutando.  Allí nos esperan Enma, Segura y Tinguaro, nos animan, nos aplauden y nos guían, en verdad yo no me fijo que haya más gente, voy concentrado en comer, en beber, en dosificarme para afrontar los siguientes kilómetros. Nos dejamos guiar por ellos, Enma nos saca unas fotos y nos anima, eso nos da un poco de fuerzas y continuamos nuestra marcha. La cosa se pondrá dura a partir de ahora.
 
 

Una pista nos conducirá hasta El Reventón, es una pista amplia, con algo de desnivel, se estrechará un poco mas adelante y volveremos a formación de a uno, pero seguimos siendo tres. Hay mucha gente por el camino, adelantamos, nos adelantan, volvemos a adelantar, pero siempre sin dejar de animarnos unos a otros, el buen ambiente reinará durante toda la carrera. A pocos kilómetros de El Pilar nos topamos con Mohamed Ahansal, 5 veces ganador del Marathon des Sables, se retira…UPPSS, la cosa se pone sería, esto ya no es una broma, un tio que gana 5 veces esa Marathon y aquí se retira, tocará apretar los dientes a partir de ahora.

Llevamos 5 horas y 27 minutos, 34 kilómetros, estamos en el Reventón, al fondo se observa ya el Roque de Los Muchachos, unos kilómetros, quizás una o dos horas y estaremos allí, ERROR!! Viene para mí, la parte clave de la carrera… esas bolas blancas están ahí, pero nunca llegan, se acercan y se vuelven a alejar, subes, bajas, serpenteas, no hay siquiera un poco de sombra, estás a 2.000 metros de altitud y cuanto más corres, más lejos están esas bolas. Aquí es donde toca poner a prueba la mente y el cuerpo, incluso hasta el punto de llegar al agotamiento, el fracaso y el colapso total del cuerpo estarán siempre presentes durante las próximas 4 horas, 17 kilómetros en los que hay que estar dispuesto a sufrir, en lo que piensas por qué estás ahí, piensas en si vale la pena, en por qué no retirarse y dejar de sufrir, pero siempre continuas, simplemente es un sentimiento que no tiene explicación, un sentimiento de satisfacción que nada tiene que ver con ser el mejor, ni con llegar el primero, solamente satisfacción por el trabajo bien hecho, un sentimiento que te lleva a dar un paso tras otro, disfrutando de cada paso, sufriendo a cada paso. Ese sentimiento puede ser tan maravilloso como cualquier otra cosa que la vida pueda ofrecer. Supongo que el hecho de disfrutar del trabajo duro es más un gusto adquirido, más que un placer o una diversión, pero una vez adquirido, uno puede sentirse bien de más formas y la vida será mucho mejor. Más duro, mejor.
 
 

Los últimos metros antes de llegar al Roque los corremos junto a Segura y Tinguaro, de nuevo han estado durante horas esperando por nosotros en ese punto, eso no tiene precio… solo por no defraudarlos a ellos seguiría corriendo hasta donde hiciera falta. Ellos y Enma nos han esperado, confiando siempre en que llegaríamos, han aguantado al Sol, al calor y al tiempo durante horas, solo para animarnos durante unos minutos, allí comeremos y nos cambiaremos los tenis para afrontar el descenso, terreno nuevo, tenis nuevos. En ese punto se ven muchas caras, caras de dolor, caras de sufrimiento, caras de derrota, pero también caras de satisfacción, caras de ilusión, caras de alegría… muchos no pasarán de este punto, como había ya leído muchas veces, este es el punto clave, hay que llegar con piernas al Roque, con piernas y con cabeza. 9 horas y 50 minutos, 57km…continuamos.

Comienza la bajada, será terrorífica, sobre todo la segunda parte a partir de la torreta del Time. La primera parte la afrontamos con ánimos, bajamos a buen ritmo, saltamos, serpenteamos, nos unimos a varios grupos, adelantamos a bastante gente, vamos animados y con piernas… lo peor había pasado ya. Vuelvo a equivocarme!!! Lo peor estaba por venir. No sé en que momento, ni cual fue la causa, pero los pies se me habían ido llenando de ampollas, cada paso era como pisar sobre un manto de agujas afiladas, intentaba correr, pero pisar era como meter el pie en un infierno… a partir de aquí nuestro paso se ralentizará, Victor y Jose no paraban de esperarme, me siento un poco culpable por ralentizarlos tantos, intento correr a tramos pero por momentos me es imposible, corro y camino, intento correr pero los pies me duelen como nunca me habían dolido, nos restan 12 kilómetros en los que no pararan de esperarme, en los que les iré ralentizando paso a paso, pero en los que nunca me abandonarán, sin Jose y Victor esperándome el infierno de la bajada hubiera sido mucho peor, si es que eso es posible. GRACIAS.… salimos como un equipo, corrimos como un equipo, morimos como un equipo, llegamos como un equipo.

Al final la línea de meta, hemos dado la vuelta a La Palma, 83 kilómetros, 14 horas, 44 minutos, 44 segundos, 8.525 metros de desnivel acumulados.

Gracias chicos, si ustedes esto no hubiera sido posible, Gracias Jose por animarme a esta aventura, por enseñarme y compartir tu tiempo conmigo, a Victor por compartir sus entrenos conmigo y por retener su ganas de bajar durante los últimos kilómetros, sé que te hubiera gustado bajar mucho más rápido y que estabas preparado para ello. A Enma, Victor y Tinguaro por creer en nosotros, esperarnos y animarnos sin importar cuantas horas tardáramos en aparecer, gracias a todos de verdad. Y como no, a Cristo, por esperarme en la meta, por recibirme como si realmente hubiera ganado algo ,por creer que iba a llegar y esperarme durante tantas horas en esa línea de llegada.
 
 

 Y al final, una conclusión:

Cuando corro, mi tiempo es para mí, sin molestarme en pensar en horarios, ni obligaciones ni ninguna otra preocupación que ronde por mi cabeza ese día. La mayoría de la gente corre una carrera para ver quien es el más rápido, yo soy pésimo corriendo (yo lo sabrán), pero yo no corro para ver si soy más rápido que nadie, yo corro una carrera para ver quien tiene más agallas. Intento no correr con las piernas, sino con el corazón y por eso cada carrera me hace feliz. Uno ha de darse cuenta de que puede ser su propio héroe, de perseguir sus sueños y de escuchar a su corazón, es ahí donde está la verdadera victoria. IMPOSIBLE NO ES UN HECHO, ES SOLO UNA OPINIÓN.

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